Hace algún tiempo me pidieron hacer una colaboración en un
proyecto sobre la Competición y la Formación del que resultó un vídeo que he
compartido en alguna ocasión. El autor del proyecto es Marc Forcada y pienso
que vale la pena perder unos minutos en verlo. Podréis ver el
video al final
del artículo.
Llega Semana Santa y se para la competición para todo el
mundo. Todos los equipos buscan continuar el trabajo con campus, torneos y
otras actividades que no permitan a los jugadores "olvidarse" del trabajo hecho hasta el momento.
Infinidad de campus y torneos llenan las instalaciones
deportivas durante estas fechas. Hay quién aprovecha para viajar son sus
equipos a otros lugares del Estado o fuera de nuestras fronteras para
participar en torneos y conocer otras maneras de entender el baloncesto.
Por lo que respecta a los jugadores y jugadoras infantiles y minis, tenemos un
grupo reducido que forma parte de las respectivas selecciones autonómicas. Estas
selecciones van, por estas fechas, a jugar los Campeonatos de España de
Selecciones Autonómicas Infantil y Mini a las localidades de Zaragoza y la
gaditana San Fernando respectivamente. Cita anual para todas las selecciones
autonómicas y al mismo tiempo para todos los Directores Técnicos de los clubes
más potentes que buscan reforzarse con los mejores jugadores y jugadoras.
En este punto quiero poner el foco, ya que estamos en un momento en
que todo el mundo habla de la formación y la competición como elementos
incompatibles. ¿Realmente son elementos incompatibles?
Tenemos una competición (Minibásquet) en que, aparte de limitar la
participación de los entrenadores, se protege a los jugadores con un reglamento
en el que se "esconde" el resultado de
los partidos con el pretexto de que hay mucha competitividad. ¿Pero no es
cierto que estos campeonatos también son una competición en los que prima el
resultado por delante de otros aspectos formativos?
Probablemente nos tendríamos que poner de acuerdo en qué es realmente lo
importante en esta etapa de la formación del jugador. Pienso que, quizás, el
modelo de gestión de la formación-competición
lo tenemos un poco equivocado en el momento en el que no concuerda lo que
decimos con lo que hacemos.
¿De quién es realmente la culpa de estas incongruencias? Pienso que
hemos estado mucho tiempo echándonos la culpa los unos a los otros cuando en
realidad la solución es tan sencilla, y tan complicada al mismo tiempo, como
ponernos de acuerdo en qué y cómo debemos trabajar con los jugadores de base.
Desde los clubes, con sus directores técnicos o coordinadores, los directivos,
los entrenadores, los padres hasta la misma Federación, habría que colaborar
para hacer esta tarea de la mejor manera posible para el bien de los jugadores
y jugadoras.
Muchos entrenadores te hablan de formación y argumentan su trabajo con
resultados a nivel de clasificación diciendo que tienen que ganar por el
equipo, porque el equipo lo necesita. ¿Realmente lo necesita? ¿O es, quizás, el
ego del mismo entrenador el que lo necesita? ¿El entrenador busca el resultado
por el equipo o para promocionarse él mismo como entrenador? Con mejores
resultados estará en el grupo delantero de los equipos potentes de la categoría y eso le dará opciones de poder dar el salto a un equipo-club mejor y
promocionarse como entrenador. ¿Realmente creemos que el que gana más partidos
es mejor entrenador?
El baloncesto cambia de la misma manera que cambia la
sociedad y, lógicamente, esto incide en la manera en que enseñamos, ya que hemos
que tener en cuenta una serie de factores que antes no estaban presentes a la
hora de trabajar. De todos modos, creo que hay
detalles, la gran mayoría, que siguen siendo la base de la formación y éstos no
han cambiado.
Todos los que estamos en el mundo del baloncesto conocemos
casos de jugadores o jugadoras que en un momento dado de la temporada deciden
dejar de jugar o cambiar de equipo por diversos motivos. El motivo que te dan
los entrenadores en estos casos es que no quieren jugar al baloncesto. Quizás
los entrenadores no deberíamos plantear si hemos hecho todo lo posible para
conseguir no perder al jugador o jugadora. ¿Realmente hacemos todo lo que está en nuestras manos para no perder a
ningún jugador?
Creo que cuando nos deja un jugador tenemos una parte de culpa importantísima
ya que no hemos sido capaces de gestionar correctamente la situación.
En primer lugar creo que hay que explicar a todos los
actores que intervienen en la actividad cual será nuestro trabajo y cuales los
objetivos que queremos conseguir individualmente pero también del grupo,
independientemente de los resultados a nivel clasificatorios. De esta manera no
tendremos ningún sobresalto por motivos de falta de información.
Por otro lado debemos trabajar con los jugadores técnicamente pero también
emocionalmente para que entiendan el trabajo que están haciendo y sean capaces
de desligarlo de los resultados. Trabajemos la empatía, seamos cercanos al
tiempo que exigentes. El jugador debe sentirse apoyado en su trabajo para poder
dar el máximo de sí mismo y tener la motivación que buscamos.
Entonces, la competición es compatible con la formación? Bajo
mi punto de vista no solamente es compatible sino que es necesaria para la
formación del jugador, pero bien gestionada. La sociedad en sí comporta una
competición constante por lo tanto tenemos que preparar a nuestros jugadores
para esta competitividad pero sin perder de vista nuestros objetivos a nivel
formativo. La competición tiene que ser una herramienta más dentro de la
formación.